Luis García Montero

El amor

Las palabras son barcos

y se pierden así, de boca en boca,

como de niebla en niebla.

 

Llevan su mercancía por las conversaciones

sin encontrar un puerto,

la noche que les pese igual que un ancla.

 

Deben acostumbrarse a envejecer

y vivir con paciencia de madera

usada por las olas,

irse descomponiendo, dañarse lentamente,

hasta que a la bodega rutinaria

llegue el mar y las hunda.

 

Porque la vida entra en las palabras

como el mar en un barco,

cubre de tiempo el nombre de las cosas

y lleva a la raíz de un adjetivo

el cielo de una fecha,

el balcón de una casa,

la luz de una ciudad reflejada en un río.

 

Por eso, niebla a niebla,

cuando el amor invade las palabras,

golpea sus paredes, marca en ellas

los signos de una historia personal

y deja en el pasado de los vocabularios

sensaciones de frío y de calor,

noches que son la noche,

mares que son el mar,

solitarios paseos con extensión de frase

y trenes detenidos y canciones.

 

Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,

acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma. 


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